Los aficionados a las series están disfrutando estos días. Dos de las mejores y más premiadas de los últimos años vuelven con temporadas nuevas: Succession (HBO) y Ted Lasso (Apple TV).
Para quien no las haya visto -y, cuidado, puede haber spoilers- Ted Lasso es una comedia protagonizada por Jason Sudeikis que juega magistralmente con los desencuentros culturales entre ingleses y americanos y que en el fondo trata de inteligencia emocional y de fe en las personas. Succession es un retrato extremo de la prole de herederos de un magnate de los medios, Logan Roy, interpretado por Brian Cox, con un lenguaje narrativo impecablemente actual, y que hunde sus raíces en los clásicos, incluso más allá de Falcon Crest y Dinastía, para explorar la codicia y la intriga. Si Ted Lasso nos pinta una sonrisa inocente, Succession nos provoca una mueca cínica. Vale la pena ver las dos para equilibrar las emociones.
Y, sin olvidar que son sólo ficciones y que esto es sólo un juego, también puede valer la pena analizar algunos comportamientos de liderazgo que encontramos en ambas, y ver dónde encontramos más inspiración: en el sonriente Ted Lasso, vulnerable y un poco patoso, pero siempre regido por una estrategia y un conjunto de valores claro, o en Logan Roy, el temido tiburón de los medios que gobierna en Succession por impulsos y sin empatía.
Usaremos como modelo para esta reflexión uno de mis favoritos entre los libros clásicos del liderazgo: El Reto del LIderazgo, de James Kouzes y Barry Posner, que identificaron cinco comportamientos que caracterizan a los líderes: transmitir una visión que inspire, dar aliento, capacitar a otros para actuar, desafiar el status quo y mostrar el camino.
Visión
Comunicar una visión es ver un futuro y conseguir que otros también lo vean. A menudo imaginamos que para transmitir una visión necesitamos un discurso carismático y espectacular. Pero una comunicación eficaz es la que se entiende y llega al corazón, y eso se puede hacer en muy diferentes estilos. Ted Lasso comunica su visión con calma pero claramente, y lo repite varias veces ante el estirado periodista del Independent que representa a la opinion de los demás, cuando dice -en el capítulo 1 y en el 2- que “no le importa tanto ganar o perder como asegurar que todos los miembros del equipo den lo mejor de sí mismos y crean en ellos mismos y en sus compañeros”. Nos pagan por alcanzar resultados, pero el verdadero líder es capaz de ver un propósito más allá de los resultados, que les da sentido e ilumina el camino para alcanzarlos.
Cuando la formulación de la visión es sólo un ejercicio vacío que se encarga a una agencia pensando en el mercado y no en los empleados, sin una imagen del futuro que refleje creencias compartidas, no sirve para cohesionar ni generar implicación. No transmite propósito. Esto es exactamente lo que ocurre en la Wyser Royco, el grupo protagonista de Succession. En lugar de una visión común, hay un debate interminable y superficial entre Logan, el CEO y presidente, que sólo cree en la continuidad de sus beneficios, y sus hijos y consejeros más jóvenes que intuyen que la televisión tiene los días contados y reclaman disrupción y digitalización de manera vaga y sin estructura. Y es que todos quieren el asiento del conductor pero nadie tiene claro a dónde quiere ir.
Otro de los mandatos del reto del liderazgo es dar aliento al corazón, es decir, compartir una emoción positiva. Hoy sabemos, desde Daniel Goleman, que el primer paso para poder compartir y modular emociones es comprenderlas.
Inteligencia emocional
Ted Lasso sabe leer las emociones en todas y cada una de las interacciones con el equipo, pero uno de los momentos en que lo vemos de forma más gráfica es en su relación con su propia jefa. Liderar hacia arriba, es decir, dirigir a nuestros directores, es una habilidad imprescindible en las organizaciones. Con su aparente ingenuidad y sus “galletas con la jefa” cada mañana, Ted va acompañando el viaje emocional de una jefa que tiene sus propias contradicciones y dramas, hasta transformarla de enemiga en aliada para su propósito. Este proceso tiene su gran punto de inflexión en la partida de dardos del capítulo 8, cuando Ted, mientras pone en su sitio al villano de la serie para regocijo de la jefa y de los espectadores, da una lección de empatía y curiosidad.
Logan Roy en Succession también entiende de emociones, pero las utiliza sólo en beneficio propio. La inteligencia emocional sin generosidad ni espíritu colaborativo es manipulación. Y en eso es un maestro. Detecta cualquier debilidad para saltar sobre ella y establecer su posición dominante. Lo hace con especial eficacia con sus propios hijos -que no se lo ponen difícil porque son una panda de desequilibrados- y lo hace con sus seguidores más cercanos y con el presidente de los EE.UU. Pero un liderazgo despiadado basado en la manipulación y el miedo no crea lealtad: como vemos en algunos de los más jugosos capítulos, los que rodean a Logan viven esperando su oportunidad para librarse de él.
Logan está muy solo. El hecho es que ha creado un equipo bastante incompetente, del que no puede esperar gran ayuda ante retos complejos. Eso es lo que pasa cuando a las personas no se les da la oportunidad de crecer y de brillar.
Capacitar a otros para la acción implica enseñar, equipar con herramientas y, sobre todo, delegar. Y la delegación es un ejercicio de confianza. Cuando delegamos, asumimos un riesgo ya que el resultado de la acción deja de estar en nuestras manos. Quien no es capaz de asumir ese riesgo no está listo para el liderazgo.
Delegación
Al delegar, junto con la tarea entregamos también la responsabilidad, pero ésta no nos abandona, ya que respondemos del delegado y estamos ahí para apoyarlo. Esto no es fácil, tiene su método. Para saber cómo no se hace, entre otros muchos ejemplos negativos podemos elegir el capítulo 8 de Succession, primera temporada, donde tenemos todo lo que no hay que hacer. El CEO ha asignado la función de COO a su hijo Roman que no está preparado para asumir esa responsabilidad; Roman presiona a los ingenieros encargados de planificar el lanzamiento de un cohete para cumplir una fecha arbitraria; los ingenieros encuentran problemas pero no son escuchados ni tienen autoridad para abortar la operación, por lo que no se sienten responsables, y finalmente el cohete explota en la plataforma de lanzamiento. Roman, que asistía vía móvil al espectáculo, desconecta y trata de convencerse a sí mismo de que no ha visto nada, y de evitar cualquier encuentro donde tenga que asumir su responsabilidad.
Ted Lasso nos da mejores ejemplos de confianza y delegación. El más claro es la forma en que convierte a Roy Kent, un futbolista veterano y tan antipático como noble, en un líder. Ted sabe que necesita a Kent a su lado para su proyecto. Y es que un líder necesita desarrollar líderes a su alrededor sin miedo a que se lleven los aplausos y los focos. Por eso, cuando Kent le muestra un conflicto y le pregunta “¿no vas a hacer nada?” le responde que no con una pobre excusa, dejándole de manera muy consciente el terreno libre para que sea él quien resuelva el problema ejerciendo -descubriendo- su propio liderazgo.
Coraje
Liderar es asumir riesgos con inteligencia. Esto incluye el riesgo de innovar, es decir, desafiar al status quo. Y aquí no se trata sólo de adoptar innovaciones, se trata de provocarlas, cuestionando la forma en que siempre se han hecho las cosas.
En Succession, Logan no puede desafiar el status quo: él es el status quo. Cualquier propuesta de innovación choca contra el muro de su experiencia y su idea del poder. Cuando Kendall le intenta explicar cómo está cambiando el panorama de las comunicaciones, desactiva la discusión con una perogrullada en tono sarcástico: “hay una teoría muy moderna y creativa que dice: gana más de lo que gastas y serás el puto amo”.
Hace falta coraje para dejar de hacer las cosas que siempre se hicieron y de respetar las normas no escritas que siempre se han seguido. Es un riesgo. Ted Lasso asume esos riesgos con una valentía que casi parece inconsciencia. En el capítulo 5 uno de los jugadores, Jamie Tartt es una estrella en el peor sentido de la palabra: engreído, fanfarrón, no juega en equipo, es un obstáculo para crear la cultura de equipo que Ted necesita. Pero funciona, y está salvando un difícil partido. A la mitad del encuentro, Ted lo manda al banquillo, arriesgándose a tirar por la borda la ventaja y hacer un terrible ridículo. Pero eso no ocurre, el equipo se viene arriba y, por esta vez, la estrategia ha funcionado. Podría haber fracasado, pero aún así habría hecho lo correcto: asumir el riesgo de interrumpir la forma en que siempre se han hecho las cosas para intentar hacerlas mejor.
Para ser creíble el líder debe servir de modelo, mostrar los detalles, remangarse. Mostrar el camino. Y es que no basta con inspirar y mostrar hacia dónde vamos: también tenemos que indicar por dónde se va. Logan Roy da algunas pistas… falsas. Enseña y trata de transmitir sus modales agresivos pero no la aguda intuición que le ha permitido salir airoso de los conflictos que continuamente crea. En cuanto a Ted…. no puede mostrar con su ejemplo cómo se juega al fútbol porque no tiene ni idea, lo cual es la base de la comicidad de toda la historia. La solución que encuentra pasa por un esfuerzo perseverante de aprendizaje continuo conjunto. Para esa aventura de aprendizaje Ted cuenta con su curiosidad, con su habilidad para reclutar conocimiento (Nate, Higgins, Kent…) y con una confianza absoluta en el potencial de las personas.
De nuevo la confianza.
La confianza es la competencia que subyace a todas las demás. Sin confianza mutua, en ambas direcciones, la visión no será compartida, no hay posible delegación, no se asumen riesgos juntos, no podemos aprender unos de otros. Y la confianza crea confianza, por eso la mejor manera de pedir confianza es ofrecerla.
Succession, en el magistral primer capítulo, ya nos muestra lo que no es confianza. La historia empieza con Kendall, el hijo al que se ha prometido nombrar en ese mismo día sucesor del magnate, dirigiéndose a su primera reunión al frente del comité de dirección para una negociación importante. El padre aparece de improviso en la oficina, sembrando dudas y tendiéndole una trampa de la que es imposible salir airoso. Kendall comete un error en la negociación, se dirige al cumpleaños de su padre, y sólo allí, delante de todos, se entera de que éste ha cambiado de opinión (o nunca creyó su propia promesa) y no lo va a nombrar sucesor por el momento. Ni Logan confía en Kendall, ni Kendall puede confiar en Logan. Y sobre esa base de desconfianza mutua lo único que puede esperarse es… todo lo que viene después y que, si ves ese primer capítulo, no querrás perderte.
Exagerado, sin duda, pero ¿cuántas veces en tu propia organización has visto la confianza traicionada? ¿Y qué ha pasado después con la colaboración, la delegación y el liderazgo?
Hace décadas Douglas McGregor comparó dos teorías sobre el comportamiento de las personas y los correspondientes estilos de liderazgo derivados de ellas: la teoría X, basada en la desconfianza, llevaba a un liderazgo controlador y autoritario, y la Y, partiendo de un concepto más humanista, propugnaba un estilo más participativo. La experiencia mostró que el estilo Y no es sólo más justo y humano, sino que además daba mejores resultados en la mayoría de las situaciones. Quizá en la década de las series una nueva manera de formular este paradigma sea constatar que el estilo Lasso, además de ser más aceptable éticamente que el estilo Logan, es el único eficaz para alcanzar resultados con un propósito.